En la
barra a tu lado, se sentará aquella mujer, que con ojos grandes y labios rojos
te mirará, sonreirá de medio lado y entonces la reconocerás, te darás cuenta de
todo lo que era para ti. Una gota de sudor helado recorrerá tu cuello, haciendo
aviso del incomodo momento por el que estás pasando obligándote a mirar al otro
lado de la barra donde se encuentra otra mujer, no tan hermosa como la que
acabas de evitar. Pero tiene su lado bueno.
Ella se
acercará a ti sin dejar de mirarte, tú hundirás tu mirada en la suya
perdiéndote en aquel inmenso vació que
representa, y es que se acerca a ti y pide también una copa, nada parecido a lo
que has estado bebiendo toda la noche. Ni siquiera estás seguro de que aquello
que acaba de invitarte a probar sea una bebida, pero ¿cómo rechazarla?
Sonríes
y tratas de parecer sereno, evitando la mirada de la muchacha que está sentada
en el fondo del bar y que lleva toda la noche mirándote. Con mano firme coges
aquello que te acaban de ofrecer y lo acercas a tu boca. Inoloro llega hasta
tus pupilas causando una sensación inesperada. Y es que sabe como a una fruta
en mal estado, ¿cuánto puedes tú probar antes de que haya alguna repercusión?
Hay
quien dice que poco veneno no mata, pero en dosis pequeñas es igual de letal,
porque la muerte es tan lenta como aquellas cosas que nunca podrás ver. Es cuando
una vez más durante la noche, escucharás
al cantinero preguntando si el ángel de la muerte está a sus espaldas esperando
solamente al más mínimo descuido para cumplir con su mandato.
‘¿Y qué es la vida si de todas formas todos
acabaremos en el mismo lugar?’ le
oirás decir a penas en un susurro cuando tratas de prestarle menos atención.
Volverás
a probar una vez más aquella fruta, y
lo peor no es el sabor. Ya ni siquiera es tan horrible como la primera vez. Con
aquel vacío que hacía que tu corazón se hundiera: cual si uno quisiera arrancar
de raíz con las manos un gran sauce en medio del bosque. Es tan fuerte que es imposible, pero de todas formas causa daño.
¿Cómo sacar de la mente
pensamientos que no son invitados?
Te preguntará el cantinero. Negarás con la cabeza sin siquiera pensar cuál es
la respuesta. Porque el sabor no te permite pronunciar siquiera una silaba.
En ese
momento la primera mujer posará su mano sobre tu hombro. Como siempre, allí
está aunque nunca le hayas hecho caso. Cuál era su deber como sueño olvidado.
Acompañándote en aquella noche la esperanza perdida, resignada a saber cómo
acabarán las cosas en soledad. Y mientras un nuevo bocadillo te es ofrecido,
¿querrás más? ¿Cómo puedes evitar confiar en alguien que parece estar solo para
ti?
Y por un
momento vuelves a levantar la vista y la mujer del fondo parece más lejana.
Aquella que estaba para acompañarte, mostrándote cuál era tu porvenir y que por
centrarte tanto en tus sueños perdidos y en aquel bocado amargo, habías
olvidado.
Pero así
es siempre en el bar de la vida. Donde más de una vez, volverás y como esta
noche, probarás la fruta de la traición.