El Bar de la vida I

En la barra a tu lado, se sentará aquella mujer, que con ojos grandes y labios rojos te mirará, sonreirá de medio lado y entonces la reconocerás, te darás cuenta de todo lo que era para ti. Una gota de sudor helado recorrerá tu cuello, haciendo aviso del incomodo momento por el que estás pasando obligándote a mirar al otro lado de la barra donde se encuentra otra mujer, no tan hermosa como la que acabas de evitar. Pero tiene su lado bueno.

Ella se acercará a ti sin dejar de mirarte, tú hundirás tu mirada en la suya perdiéndote en  aquel inmenso vació que representa, y es que se acerca a ti y pide también una copa, nada parecido a lo que has estado bebiendo toda la noche. Ni siquiera estás seguro de que aquello que acaba de invitarte a probar sea una bebida, pero ¿cómo rechazarla?

Sonríes y tratas de parecer sereno, evitando la mirada de la muchacha que está sentada en el fondo del bar y que lleva toda la noche mirándote. Con mano firme coges aquello que te acaban de ofrecer y lo acercas a tu boca. Inoloro llega hasta tus pupilas causando una sensación inesperada. Y es que sabe como a una fruta en mal estado, ¿cuánto puedes tú probar antes de que haya alguna repercusión?

Hay quien dice que poco veneno no mata, pero en dosis pequeñas es igual de letal, porque la muerte es tan lenta como aquellas cosas que nunca podrás ver. Es cuando una vez más durante la noche,  escucharás al cantinero preguntando si el ángel de la muerte está a sus espaldas esperando solamente al más mínimo descuido para cumplir con su mandato.

¿Y qué es la vida si de todas formas todos acabaremos en  el mismo lugar?’ le oirás decir a penas en un susurro cuando tratas de prestarle menos atención.

Volverás a probar una vez más aquella fruta, y lo peor no es el sabor. Ya ni siquiera es tan horrible como la primera vez. Con aquel vacío que hacía que tu corazón se hundiera: cual si uno quisiera arrancar de raíz con las manos un gran sauce en medio del bosque. Es tan fuerte que es imposible, pero de todas formas causa daño.

¿Cómo sacar de la mente pensamientos que no son invitados? Te preguntará el cantinero. Negarás con la cabeza sin siquiera pensar cuál es la respuesta. Porque el sabor no te permite pronunciar siquiera una silaba.

En ese momento la primera mujer posará su mano sobre tu hombro. Como siempre, allí está aunque nunca le hayas hecho caso. Cuál era su deber como sueño olvidado. Acompañándote en aquella noche la esperanza perdida, resignada a saber cómo acabarán las cosas en soledad. Y mientras un nuevo bocadillo te es ofrecido, ¿querrás más? ¿Cómo puedes evitar confiar en alguien que parece estar solo para ti?

Y por un momento vuelves a levantar la vista y la mujer del fondo parece más lejana. Aquella que estaba para acompañarte, mostrándote cuál era tu porvenir y que por centrarte tanto en tus sueños perdidos y en aquel bocado amargo, habías olvidado.


Pero así es siempre en el bar de la vida. Donde más de una vez, volverás y como esta noche, probarás la fruta de la traición. 

Estados de ánimo peligrosos. {Borrador/Divagar}

"Una sensación de plenitud te llena con cada gota de alcohol que consumes. La visión comienza a hacerse borrosa y tu cuerpo se negará a quedarse quieto.

Poco a poco comienzas a perder el sentido de lo que escribes"

En realidad no me gusta escribir en primera persona, y por lo mismo quiero forzar a mi mente a que empiece a trabajar de maneras que no siempre me encuentro cuando estoy escribiendo. El titulo de esto era una meta, era una de las mejores cosas que una persona pudiera expresar no solo de sí misma, sino de algo que en teoría es bastante común: un estado de ánimo peligroso.

El peligro que representa una forma anímica específica  es que puedes atentar contra alguien o contra algo. Ser violento, ser grosero, no solo con las demás personas sino contigo mismo; un estado de ánimo peligroso es aquel que te lleva a actuar ( o incluso pensar) de formas negativas que derivan en otras acciones peores, que atentan contra la integridad propia y ajena. 
El amor es como una destrucción 

A estas alturas y después de unas pastillas, no encuentro motivos para seguir escribiendo correctamente, y compartir esto la verdad, no me importa.

Nunca es bueno que las personas no estén al cien en sus razones para escribir. ¿A quién mierda le importa un carajo lo que es la vida?

Nadie sabe nada de nada, nunca. Las palabras con N no son buenas