Suicide


El teléfono había sonado, cuatro notas repetidas, sabía de quién sería el llamado, por algo estaba así de definido. Escuchó la verborrea dentro de aquel tono de voz ridículo y chillón, un sollozo y su suspiro.

—  Así que te has vuelto a enamorar,
otro trágico final con un nazi y a la francesa.

Ella gritó a través de la bocina. — Me tratas como si no tuviera idea de lo que digo, crees que no sé lo que quiero.

—  Y ahora deambulas con tu cruz

— ¡Joder! Sí. No sé dónde mierda estoy, me dormí en Waterloo, pero amanecí en otro lugar. Y sí te necesito igual que te he necesitado siempre, solo ven.

Él rió. No le quedaba nada más, colgó el teléfono y condujo hasta ella, siempre lo hacía, por ella hasta el fin del mundo, iría a cualquier lado con tal de tenerla de nuevo entre sus brazos, aunque fuera solo para lidiar con el conflicto de siempre, su propia y horrible existencia.

— Y es que no, no aprendes nunca,
hermoso como un asturcón
surgiendo entre la niebla. — dijo mientras ella abría la puerta del Chevy rojo, arrojaba su bolsa de mano al asiento de atrás y dirigía la mirada al retrovisor derecho, escondiendo los ríos de rímel que se habían formado sobre sus mejillas.

Todo el camino había sido silencio, hasta estacionarse en el sótano del edificio, la oscuridad abrazó sus cuerpos y ella gritó. Volvió a llorar, dejando escapar todas las emociones que había soportado durante todo el camino. En su mente se estaba dibujando un horrible precipicio y sentía como lentamente caía, queriendo tomar aire de nuevo, para solo encontrar edificios que tiemblan.

Un mes

— ¡Adolfo! Por favor ven

Él no lo dudó, como siempre respondió el teléfono y estuvo para ella. Entró al departamento para encontrarla en el sillón, envuelta con una manta y basura a su alrededor: tiras de pastillas v
y latas de whisky.

— Pequeña, te está grande el mundo

Ella solo asintió, conocían la sensación. Todo se volvía enorme y ella quedaba atrapada, vacía dentro de toda la porquería que estaba a su alrededor.

— Es la nueva enfermedad, la que anuncia la radio. Sé que soy propensa.

Adolfo sonrió de lado, no era la primera enfermedad, ni la primera crisis, no era nuevo, solo se sentó a su lado, le quitó la frazada y la abrazó con todo lo que tenía en su interior, tratando de transmitir lo que embriagaba sus sentidos.

Era su propio y pequeño mundo. Solos, rotos, totalmente indefensos ante la mínima situación que sucediera, indefensos ante sí mismos y ante cualquier cosa que pudieran sentir. Porque así era la vida, porque las cosas pasan pero no puedes llegar a expresar lo que tú mismo sientes, porque hay puntos del tiempo en que nada concuerda, nada es simple y la mente juega consigo misma.

— Idea, voy a tomar una cuchilla y acabaré con esto — dijo ella sonriendo sin secarse las lágrimas

— Mejor llena la tina de agua y... Vale no, esa es muy pequeña para los dos

— Podría servir la altura del edificio

— Otra idea, yo estaré al volante,
y tú a mi lado tragas tranquis con cerveza. Luego encuentran nuestros cuerpos estrellados en una cuneta.

Disposición. Él tenía toda la disposición de estar a su lado para siempre y aunque ella a veces le quisiera y a veces no, seguiría a su lado. Porque preferiría mil veces ser foco de la prensa como un suicida conjunto que quedarse sin ella. Pero la  ironía  en su voz solo hizo que ella se levantara y encerrara en el cuarto de baño.

Gritos y más gritos.

—Se nubla tu razón, sal del maldito baño.
En tu mundo nunca hay gente a salvo
y reina la confusión.  Y entras como siempre en bucle y te transformas en Mr. Hyde.

Ella seguía gritando cosas sin sentido ante las palabras tan claras de él. No es sensato hablar. No es sensato escuchar la verdad.

— Esto soy y no haré nada más.

— Miéntete a ti misma,  si es lo que hay...

Y después de todo ello, siguió sentado fuera de la puerta del baño. Hasta que ella se dignara a salir y lo abrazara, hasta dormir enredados, fundidos en un punto terrible y absurdo. 

Dos semanas

— Y se supone que esta vez también
te tendría que creer, que hay una soga para tu cuello,que lo harás de noche en la cuadra... Yo no intentaría nada, o se vendrá abajo el techo.

Ella solo colgó el teléfono ante la frustración. Cada intento, ella lo avisaba, él la corregía; más valía no hacer nada que ser ridícula.

Cinco días

— Lo encontré en la calle, quería hablar y yo simplemente odio a toda la gente. Odio hablar, odio tener que hacerlo

— Enfrenta tu maldito miedo, ¡madura! Pendeja

— ¡Hijo de puta! Te necesito, cabrón. Pero seguramente estás con cualquier...

—Llámame lo que tú quieras, di que yo era tu chapera y te salí barata. Ya ves que te lo consiento.

Ella de nuevo entraba en su maldito bucle, con todo el desastre mental, con todo el griterío en su mente, con todo lo que había perdía la razón. Colgaba el teléfono y se encerraba en sí misma. El la buscaba  y estaba a su lado.

Y cuando él pensaba que la quería ella se transformaba, una maldita perra, una zorra, o simplemente la  persona más idiota del universo. Era como Mr. Hyde, eran mentiras dentro del amor más puro que cualquiera podría encontrar.

Basado en "Adolfo Suicide "
Canción de Nacho Vegas (Resituación 2014)
Todos los derechos reservados.

Condenado

La nieve caía lentamente, llenando las aceras de una fina masa blanquecina. Otro año había pasado, un ciclo más había que terminar, como simples humanos, como simples mortales, no había nada en que pudiera pensar Henry, tan solo en eso. Iba a pasar otra navidad  al lado de las personas a las que lo habían engendrado, a las que no había visto a lo largo de tanto tiempo, esperaba que en algún momento aquel aire que azotaba los vidrios de su transporte cesara. Aquel autobús del 99 iba bajando la velocidad conforme se introducía al poblado.

Adiós — dijo al conductor del bus, que solamente se escondió bajo su gorro y sin pronunciar palabra alguna cerró la puerta al instante que Henry bajó el último escalón.

La parada estaba vacía, probablemente por la hora en la que había llegado, nadie en unos kilómetros a la redonda. Él paseaba por las calles sonriendo, con su mochila colgando en el hombro izquierdo y sus botas dejando finas pisadas sobre la nieve.

Hasta ese momento, él no sabía que fe un error el siquiera haber vuelto a aquel pueblo, al cruzar a la otra cuadra, observó escombros, seguramente desde hace mucho tiempo que estaban allí, porque ni siquiera las cenizas tenían olor y todo estaba cubierto de nieve. Sobresalía solamente una cruz, de aquellas que solo pueden pertenecer una iglesia. Avanzó un poco más, no era de su incumbencia lo que al viejo santuario del pueblo le hubiera pasado.

Una tras otra las cortinas de las casas al lado de las cuales desfilaba se iban cerrando, lo niños cantores a fuera de la pastelería del pueblo habían cesado sus cantos, y las madres que observaban, al mirar a Henry, atraían a los niños hacía a ellas, sus rostros estaban siendo invadidos por la preocupación.

Respira profundo— se dijo—, nadie estaba esperando a que llegara, seguramente es tan solo una sorpresa ver que yo regreso a ver a mis padres después de todo el tiempo que ha pasado. Y más en estas fiestas. Los pueblerinos suelen tener unas ideas un poco raras de lo que hay que esperarse para que navidad, sea navidad.

Las palabras tranquilizadoras lo aliviaban, pero así no quería que el camino a la solitaria casa de sus padres se terminara.  Algo le decía que las cosas en el pueblo iban va mal, la última vez que había ido, nadie prestaba atención a su camino, pero claro, la última vez había sido cuando tenía 17 años y era tan solo un joven más.

Casa en la que se crio estaba dando la vuelta a la calle en la que iba, y la última casa de aquella acera había cerrado sus cortinas. Lo único que lo alumbraba era aquella luz de la farola

¡Olvida que algún día te criaste aquí!— dijo su madre cerrando de golpe la puerta. Intentó mirar a través de la ventana pero no podía por las cortinas grises que cerraban su vista. Se acercó a la caceta telefónica y tecleó cuidadosamente el número de la casa
, esta vez era su padre el que había cogido el teléfono, su respiración sonaba agitada, del modo agitado número dos: cuando está molesto.

Las palabras exactas que pronunció, tan solo hicieron que Henry se sintiera más desconcertado de lo que ya estaba. No había nada en el mundo más triste que tu familia no quisiera estar contigo la noche en la que todos se reunían para celebrar el nacimiento del salvador.

No recordaba una sola navidad en la que hubiera tenido que estar solo, todas las navidades  que pasaba siempre lograba estar al lado de alguien más, de alguien que le quisiera, o al menos que disimularla hacerlo, ¿tan difícil era que tus propios padres quisieran compartir la mesa contigo? Diciembre era el mes que cambiaba a la gente, pero por lo regular era para bien, para fingir hipocresía y hacer del amor la cosa más bella jamás vista, para comunicarse, para perdonar.

¿Qué cosa tan grave pudo hacer para que nadie quisiera acercársele? La posada estaba vacía, y la dependiente le rentó una habitación a regañadientes, nadie quería trabajar en navidad.  Su cena fue un paquete de papas fritas y una coke- light, no había mucho que recuperar de las maquinas expendedoras de un viejo pueblo.

Pasó la noche mirando por la ventana, sin escuchar más ruido que el de algunas risas en medio dela madrugada, y el sonido de las series navideñas, sí, aquel ruido que hacen todas esas luces que le colocan a los árboles navideños, especialmente el de la plaza del pueblo, el cual era grande y tenía una extensa variedad de detalles platinados.

Quería partir al amanecer, pero también quería todo lo contrario de esa noche, quería pasar desapercibido, así que simplemente esperó ‘hay que salir de noche, cuando nadie este despierto, cuando nadie pueda notar tu ausencia y ninguno quiera recordarte

Así lo hizo, tomando sus cosas abordó el último autobús del día 25 de diciembre, estaba vació, al menos hasta la mitad del camino, claro estaba que nadie pretendía viajar en un día como ese.

Dicen que hizo algo en aquel lugar, algo grave que nunca jamás pudo recordar, que aquella navidad nadie lo esperaba llegar, y que si volviera a regresar todos escaparían de nuevo, que ni su propia madre quería recordar, ya que era mejor la navidad así, sola con su marido, como si nunca hubiera engendrado ningún hijo.


Probablemente, en algún futuro, para él, esas fechas serían recordadas como la navidad más hermosa y placentera que jamás pudo imaginar. Si de todas formas no iba a recordar nada, podía estar convencerse de que había cenado un gran pavo y un delicioso puré, para algún día contar a sus hijos lo hermoso de festejar en familia. 




Basado en la canción "Maldición" de Nacho Vegas
Todos los derechos reservados

La Gotera

Levantar la cabeza y mirar el techo, subir el volumen del televisor un poco más, lo que sea con tal de cubrir el eco que hace esa gotera que sigue cayendo sobre los cacharros de metal. Y con tan fuerte ruido el que sale de aquel aparato, no saber si lo que sucede es que esta lloviendo o algún ángel vino a llorar sobre tu casa.

De pronto, en una esquina de aquella caja que transmite imágenes, aparece la fecha, recordando que es diciembre 24, y que una vez más, la casa estará en silencio, al igual que los 6 años anteriores, al igual que todos los años que han pasado desde que ella se fue, desde que te dejó.

Te extraño podrías susurrar igual no te escuchará, por más breve que seas, su atención ya no la tienes. Mejor concentrarte en aquella fotografía donde contemplando, se nota que algún día fuiste tú, ese que rebosaba de alegría a su lado, en aquella cena de navidad, donde de la nada, alguien les pidió que sonrieran, y no costaba trabajo.

Puedes coger la botella de cerveza una y mil veces más, igual con eso no la olvidarás, pues cada que te pones a recordar, la nostalgia invade cada hueso de tu ser. Puedes levantarte, igual no te encontraras a nadie, seguirás un camino ya aprendido, de la sala al tocador, donde al mirarte en el espejo, y ver aquello que tanto temías llegar a ser, tomarás una de esas pastillas, de las mismas que ella usaba las noches en las que la lluvia impregnaba aquella gotita que golpeaba los cacharros de metal mil y un veces, y es que nadie se cansó en todos esos años de recoger litros y litros de agua gris, nadie tenía que tomarse la molestia de reparar la gotera de una vez, tan solo de planta ya se habían quedado unos cuantos baldes, que seguirán allí, pues nadie se dignará nunca a moverlos.

Has regresado al sofá, mientras tu mente recapitulaba la última vez que ella te pidió que arreglaras la gotera, subiendo un poco más el volumen del televisor, te dispones a ocultar aquel ruido que te hace tan solo pensar en ella. Destaparás el frasco y de la nada te encontraras con las mismas 15 pastillas que ella dejó, las mismas que nunca quisiste tocar.

Afuera alguien comenzará a tocar la puerta, pero ese nuevo ruido cesará cuando el imprudente se dé cuenta de que no hay ni una sola guirnalda alrededor de la casa, ni un foquito tintineante invitándole a que te cante villancicos como lo han estado haciendo todas esas series de luces en las casas aledañas y que embriagando a todos con el espíritu navideño, te hacen querer que suene más el televisor, hasta que terminan las noticias y recuerdas que viene el maratón de cada año, 5 películas que te recordaran esa fecha a la que todos le llaman “Navidad”.

Un botón solamente tendrás que apretar y cualquier campanita dejará de sonar, pero una vez más predominará en la casa ese son, de esa gotera que te sigue recordando que ella fue tu único amor. No queda más que coger el pastillero y vaciarlo en tu boca, tal vez con otro trago de cerveza quede mejor. Y cual guillotinas se cerrarán de golpe tus ojos, pero ya la tienes allí, esta contigo una vez más, sonríe y te invita a comer aquella cena que con tanto esmero estuvo preparando, ya no hay ruido, ni siquiera aquella gotera y eso, que aun estas en tu casa. ¿Será que el ángel dejó de llorar? Te preguntarás sin obtener negativas, y tan solo correrás para tomarla entre tus brazos y disfrutar de un gran manjar. De la dulzura de su amor que una y mil veces te hizo falta, y contemplando sus hermosos ojos, tan solo querrás ser breve, Feliz Navidad, pronunciarás, para jamás volver a decir algo más.


 Basado en la canción "Ocho y medio" de Nacho Vegas
Todos los derechos reservados




Ataque de pánico

Gritas. 

Un grito sale desde el fondo de tu pecho, vaciando los pulmones, haciendo que todo lo que está dentro de ti sea expulsado, como si con el sonido estruendoso pudieras liberar las cadenas que se sienten en tu pecho; así se siente, un millón de cadenas y cuerdas estrujando el tórax, el estómago, las piernas, las manos, los brazos, incluso el cuello, cada parte de tu cuerpo está atada y solo quieres seguir gritando como si con eso pudieras respirar. 

Te mueves. 

Intentas que cada uno de los centímetros de tu cuerpo sea liberado de toda la tensión, de cada uno de los lazos que lo amarran y que hacen que estés preso dentro de ti mismo, atrapado, absurdo, enredado. Estiras los brazos como si con eso pudieras zafarte de cada una de las cosas que están limitando tu movimiento. No puedes hacer nada. Vuelves a gritar. 


Lloras.

A estas alturas las lágrimas están escapando por tus ojos, y por tu boca gemidos inentendibles hacen eco sobre tu mente, mientras todas las voces que no quieres escuchar repiten una y otra vez las palabras que fueron el detonante para que todo comenzara. Tratas de respirar con normalidad, pero la presión en el corazón que cada segundo está más acelerado impide que siquiera puedas suspirar, es como si alguien hubiera colocado una bolsa de plástico sobre tu cabeza y la amarrara para que nada del aire esté cerca. 

Silencio. 

La peor parte, sabes que estás gritando, llorando, gimiendo, haciendo todo porque alguien te ayude, suplicas como si de repente el cielo fuera a tornarse claro y una ola de luz bajara sobre ti para cortar todo lo que está dañándote. Y en realidad solo estás dentro de una asquerosa burbuja, la bolsa se plástico se ha expandido aislándote del mundo, recordando toda la soledad en la que has estado y que así seguirán las cosas por hoy, mañana y mucho tiempo más, ni siquiera puedes seguir escuchando el ensayo sobre la soledad que una de las voces te lee, porque es cuando la burbuja hace que todo permanezca callado: inhalas aire y lo mantienes unos segundos, no sabes si sigues llorando, ni siquiera tienes conciencia de si algo está ocurriendo, cierras lentamente los ojos y no puedes ni siquiera sentir las lágrimas corriendo, solo hay un zumbido, continuo y horrible, perturbador. 

Eliges.

Tienes dos opciones, quedarte en posición fetal y llorar de nuevo (si aún queda parte de agua en tu cuerpo) o levantarte y mantener el shock, continuar por la vida hasta que algo nuevo vuelva a suceder: otro ataque o una perdida de memoria.

¿Qué prefieres? 


Microensayo sobre la fidelidad.

Si nos ponemos a buscar la definición de la palabra fidelidad, podemos encontrarnos muchas cosas, pero en especial lo siguiente: ‘La fidelidad  es la virtud para dar cumplimiento a una promesa’  ¿Es eso realmente cierto? ¿Puede entonces alguien cumplir una promesa y ser fiel solo con eso?   

Una de las características que más se valora en las relaciones sociales es la fidelidad,  la cual va unida a la aceptación del prójimo amado tal y cómo es. Así mismo la comprensión y compañía que no espera nada a cambio, que solamente se da por  deseo de compartir la vida con otra persona.

Pero ¿y la lealtad?  Se considera que una persona es quien confronta y expresa sus ideas frente a una causa, sin traicionar pero hablando siempre claramente sobre los temas.

La lealtad y la fidelidad son dos cosas completamente distintas. Y pese a que muchas veces se los confunde, estos dos conceptos se diferencian claramente en el objeto que los promueve.

Por otro lado, para estas alturas sería bueno definir  las relaciones, hay muchos tipos. ¿Cuáles serían los elementos ‘ideales’ de una relación? Pregúntalo a muchas personas y seguramente entre las respuestas figurarán cosas como 'amor, confianza y fidelidad’

El ser humano requiere ese tipo de situaciones en sus idilios, pero es por las costumbres sociales. Por los mismos conceptos que han definido las personas a lo largo del tiempo y que en la actualidad muchos coincidieran que son los pilares esenciales de todo.

Estamos en un punto en que las personas creen que la fidelidad es el mayor compromiso que una pareja puede tener pero ¿de qué sirve que una pareja goce de lo que llamamos ‘exclusividad’ si cuando se necesitan uno al otro no están?

Para eso está la lealtad.

La definición real de lealtad nos explica que puedes ser leal a una causa más no a una persona. Por lo tanto, no tienes que ser leal a quien amas, sino a lo que hay entre ustedes, la lealtad que demuestras hacia el amor que se tiene es lo que cambia las cosas.


La corta y rápida historia de Bettle Cole (y lo que vio cuando quedó volcado)

Probablemente ese día era el más despejado de todo el año, ni una sola nube hacía contraste con el perfecto azul del cielo de mañana, el viento soplaba como una tenue brisa que cálida abrigaba las flores: retoños a la mitad de la primavera con suaves colores y verdes hojas. Insectos a juego con los rubores de la temporada danzaban al compás del sol, que calentaba hasta los charcos residuales de la tormenta de la noche pasada.

 Yo sereno avanzaba, disfrutando el aroma de un martes de abril. Un saludo por aquí, un bocadillo por allá. Sin un solo remordimiento agitaba mis alas, y sacudía alegremente mis antenas, chocando de vez en cuando una pata con algún coleóptera que como yo, había salido sin permiso de su hogar.

Volaba tranquilo a pesar de que mi padre había dicho que nadie debe salir antes del atardecer. Nunca lo entendí. Las patas de mi madre siempre temblaban ante aquella advertencia. Ella me dijo también que no lo hiciera, que estaba mal, que había que esperar, que el peligro de los vientos matutinos es mayor del que todos creemos.

Ahora heme aquí, viendo pasar a la gente, sin poder disfrutar de los viajes arriesgados sobre los toldos de los automóviles, sin poder ir a decir ‘hola’ a los amigos. Lo último que recuerdo antes del gran golpe fue un soplo fuerte. Estoy tumbado panza arriba, en medio de Pachuca, sobre el asfalto, en la esquina entre Madero y Revolución. Mi nombre Cole Escarabajo y no tengo forma de salir de esto.

Agito mis patas en busca de ayuda, y lo único que consigo es una hormiga que sube sobre mi burlona

¿Saliste de tu hogar antes del atardecer? ¡Mira quién es aplastado ahora!

Siento sus ligeras pisadas bailoteando sobre mi abdomen, probablemente sea una de tantas hormigas huérfanas que dejó el primo Staphy, quien en sus tiempos de libertinaje asaltaba los hogares de aquellas trabajadoras criaturas, dejando solo larvas que por varios días han recordado su nombre, cual villano de las masacres. Ahora solo puedo pensar  ¡qué mala fama nos dan los carnívoros! Además, no es que sea difícil diferenciarnos,  yo no segrego ninguna maloliente sustancia.

Vi pasar a mi lado lo que parecía ser un zapato, aquel calzado que usan los humanos, esa prenda que no pasa del tobillo, con la parte inferior de suela y lo demás de tela o de algún otro raro material que acostumbran usar para cubrir las partes descubiertas de su cuerpo, aunque nunca lo he entendido, por eso admiro a todos aquellos (especialmente a las féminas) que suelen ir descubiertos,  parecen entender el verdadero significado de tener piel y mostrarla al mundo.

El zapato se alejó, debía pertenecer a un hombre, pasaron unos largos segundos cuando lo volví a ver cerca, acompañándolo no solo estaba su zapato gemelo, sino un nuevo par, eran idénticos solo que de una tonalidad diferente, más bien rosada. Estaban frente a frente y el reciente se quedó de puntillas un buen tiempo. Luego se apartaron.

Escuché a mi lado un motor detenerse, seguramente con mi mala suerte había acabado situado cerca de la parada de los autobuses, esos también son un medio de diversión, aunque no van tan rápido cómo los automóviles, suelen rebotar cuando pasar por los baches de las calles, además hacen muchas paradas, lo que facilita la subida y bajada.

A un lado de mi se pudo percibir un sonido casi tan ligero como el que hacen las hojas al caer en otoño, solo que no era una hoja, no podía serlo, las hojas crujen ligeramente cuando caen, aquello no sonaba serlo, pues el eco fue algo hueco, como si lo caído fuera de un material suave que puede rebotar ligeramente al chocar contra el asfalto.

Sentí el calor muy cerca y  mis antenas detectaron un aroma poco agradable. Una fina niebla rodeó mi cuerpo, era aquello que algún día supe que llamaban ‘humo’ ¿sería eso un cigarro? Maldito tabaco emisor de dañinos vapores, todos los de la colonia lo repudiamos, pero parece que aquellos bípedos son cada día más adictos.

Una suela alisada aplastó la colilla, mi alivio fue instantáneo, aunque no pude evitar asustarme nuevamente.  Si aquel pisotón hubiera sido dos centímetros a la izquierda, no podría seguir contándoles esto.
Sobre mi sentí algo húmedo que aspiraba fuerte, me quedé completamente inmóvil. Seguro era algo como una nariz. Un canino indudablemente. Tal vez si no me movía me ignorara. Así fue, a los pocos segundos se alejó dejando brillar ante mí de nuevo la luz del sol. Empezaba a quemar, podría acabar tostado.

Por primera vez deseé que una nube opacara el sol. A mí me encantaba salir a recorrer el exterior con la luz del sol a tope. Pocas veces podía hacerlo, porque como dije, los de mi especie solemos salir hasta el atardecer, perdemos las cosas lindas de la vida y solo nos encontramos de vez en cuando con la primera estrella de la noche, aquel lucero que no es tan brillante como el sol, pero supera en hermosura a cualquier cosa que este cerca. Incluso recuerdo más de una historia que implica a un colega enamorado de aquellas luces celestiales.

Unos zapatos llenos de brillos se detuvieron al lado de mí, seguramente eran de alguna dama. Me recordaban a mi primo Tenebrio, del estado vecino, que se convirtió en un Maquech cuando una mujer lo capturó, luego supe que le habían hecho incrustaciones de pedrería en el caparazón, se veía fino y elegante. Me pregunto si se seguía viendo igual cuando se le cayó la cabeza semanas  después.

De nuevo pude observar al par de calzado que se había detenido momentos atrás, sabía que era el mismo porque tenían aquella marca de una estrella en un lado. De nuevo pude ver el ritual ¿sería algo parecido al apareamiento? Porque la dama se paraba de puntillas de nuevo, pero esta vez mucho menos que la anterior.

¡Cosa tan extraña! En donde yo habito, las hembras son las que atraen a los machos, emitiendo unos sonidos encantadores que hacen que nos volvamos locos.  No puedo entender cómo un hombre con un par de zapatos tan feo puede tener a dos tras de él. Pero ¡quién sabe! Los humanos son más raros de lo que ellos mismos creen.

Los humanos suelen ir de dos en dos, pero al siguiente día se separan y están con humanos diferentes. En los parques uno ve a aquellos que parecen sumergirse en un rito extraño lleno de besos y caricias, que si bien llegan a resultar desagradables para el público en general, para mí nunca lo fueron, me gustaba observar aquello, ver cómo funden sus bocas como si fueran un solo ser.

Pero el coraje cuando percibo cosas como la que en ese momento sucedía ¡viles mentirosos! No saben lo que es tener una pareja y respetarla, aunque para las criaturas como yo eso suele ser un poco más vano, juramos lealtad a una sola fémina, la fidelidad acaba llegando sola. ¿Tan difícil es para esos seres llamados ‘pensantes’ entenderlo?

Agité mis patas nuevamente, frustrado, ya no por el hecho de no poder regresar a mi hogar, sino por todo lo que observaba a mí alrededor. Ignorantes criaturas que se suponen superiores y que solo empañan todo lo que hay creado a su alrededor. Disfrutan de una vida que no merecen y mientras tanto, pequeños insectos como yo esperamos a que la vida pase un poco más lento para disfrutar los meses que se nos conceden y que además, damos más al planeta de lo que muchos de ellos podrían dar a lo largo de su vida.

Mis divagaciones se vieron interrumpidas. Sobre mí se posó una sombra, ¡esta vez era una suela con rombos! solo un crujido y luego oscuridad.




Regalarle una flor al sol

Podrás quemar tu alma
Pero arriesgado es ya el amor
Inunda soledad la calma
Y aléjate de todo dolor.

Reposa en el silencio la voz
La palabra no es más pronunciada
Prometida a dicha sin apelativos
Jamás podrá ser olvidada

Son esos ojos de menta
Aquellos que quiero cuidar
Forjando una sonrisa que ha de durar
Y a la vez desorienta

Cercanos son los murmullos
Lejano el viento y los susurros
Escucho en el silencio tu corazón
En el fondo solo hay emoción

Jamás volverá el tiempo
Y nunca el mundo que perdí
Ni siquiera mencionado será
Inimaginable es el pasado sin ti

Imagina un día no quererte
Aunque fuera un instante
En soledad embriagante
Mi pensar resuena distante

A pesar de lo apartada que estas
Cerca puede estar el corazón
En mi mente siempre vas
Tu nombre es una canción

No poder mirarte es una tortura
Ya que deslumbra tu frescura
Pero cualquier cosa doy
Para poder regalarle una flor al sol.

Sonríes

Sonríes.

Está allí su mensaje en tu pantalla, como cualquier otro más pero algo lo hace destacar , como si las letras fueran creadas única y exclusivamente para ustedes dos, cada línea trazada por el computador se parece a un sentimiento curveado que acaba por destrozar tu alma.

Y de todas formas estás allí,  esperando. Otra palabra, que ni siquiera sabes si es en realidad para ti, que bien podría ser para cualquiera, de cualquiera.

¿De qué sirve la total sinceridad en un mundo marcado por la mentira? ¿De qué sirve canonizar la verdad si de todas formas todos la toman como una nimiedad?

Sonríes.

Igual sonríes, porque la curiosidad mató al gato, pero tiene otras nueve vidas para volver a morir. Porque enterarse de la verdad es mejor: no hay exclusividad, no fue solo un puñal, en algún punto sabes que su corazón no era tuyo, que no estaba para ti ni por ti.

Recuerdas cada uno de sus reclamos, y uno a uno viene con un sentimiento enlazado: te quiere, te sueña, te piensa, pero siempre hubo alguien más primero. Y meditas ¿cómo alguien sin corazón puede querer? Y es que no es como que pueda decidir. ¿Es una broma? ¿Es un error? Un simple juego del destino que ríe al mirarte mientras te lamentas. Si su corazón pertenece a alguien más ¿cómo sentir algo por ti?

Sonríes.

Queda, queda la esperanza de que todo fuera un engaño, de que nadie en realidad tenía su corazón y en algún punto estaba escrito que era para ti. De que al final solo era un poco de ti lo que necesitaba para latir.

Niegas. Rechazas toda la hipocresía poética que estaba controlando tus impulsos. Aterrizas en la realidad de que nada es felicidad, de que los sentimientos son mera creación del humano que revolotea a tu alrededor, e que solo era un vago pensamiento que te hacía creer que eras algo más. Pero en realidad no hay nada.

Cae la noche y volvemos a comenzar, sales de ese vacío en el que te encontrabas con una sola palabra, despiertas y vez el sol brillar, porque con que siquiera abra la boca un segundo tú caes a sus pies de nuevo.

Recuerdas el día en que la conociste por primera vez, ni un cliché, nada. Solo palabras cruzadas. Rememoras los días siguientes y aunque había una gota, tú no buscaste más, estabas en donde tenías que estar, pero no esa persona. Ella estaba allí, tras de ti y no podías ignorar ningún comentario.

¿Te das cuenta? ¿No sientes vergüenza? Yo sí, y no me pasó a mí. Te miro y veo cuan patético es como luces ahora, derrotada y sin poder si quiera sonreír. No puedes ni sostenerle la mirada al espejo. Tú sabes mentir y no lo hiciste. Pudiste mentir y decir que no sentías nada. Pero lo sabías el que no arriesga no gana, pero arriesgaste de más. Te dejaste vencer, dejaste que su mirada te condujera por una senda que no habías cruzado. 

Y es que no era el primer ser humano al que habías querido, tampoco era como para que no supieras lo que seguía, pero diste el paso, abriste el camino para que entrara en tu vida del todo. Cada puerta, cada ventana a lo más profundo de tu alma estaba abierta de par en par. Ni siquiera dejaste algo cerrado no te atreviste a dejar nada cerrado.

Hablaste con las estrellas, hablaste con las flores, hablaste con el cielo y con el mar y aunque todos a la vez te advirtieron, te lo dijeron ‘basta’. Intentaron ubicarte en tu lugar, más de una vez. No hiciste caso.

Y ahora es cuando entiendes mi punto ¿verdad? Presenciaste más de una vez aquella vulgar escena en la que te ofrecía amor con un poco de encanto y una canción. Más de una canción. Más de una palabra. No podías dejar de sonreír. Pero ahora no tienes nada: seguiste su juego y te dejaste ganar.

Arriesgaste de más y también le diste lo que más preciabas, aquellas canciones que nadie nunca pudo  merecer, se las regalaste cual flores, igual que tus palabras: flores eternas que pintaban para no marchitarse nunca, retocadas cada una con un poco de tintura uniforme para que en ningún momento perdieran el encanto.

Y dime ¿ahora qué tienes? No tienes nada, no tienes ni una canción que te recuerde a ella, no tienes ni un verso para ti, ni una sola palabra que puedas pronunciar sin evocar su presencia una vez, tras otra vez.

Sonríes.

Solo porque te hablo de ella, ni siquiera puedes evitar dibujar esa descarada mueca en tu rostro, aunque como espinas cada una de sus palabras se clavaron en tu corazón, sigues recordándole con alegría.
Y es toda tu culpa. Sabes bien cuál es el límite.

Sonríes.

Hoy la viste feliz. La viste como nadie más podía estar feliz, declarándole amor eterno a otra persona. En tu presencia, en presencia de todos, mientras se quejaba contigo de lo mal que la trataba la vida, la viste, estaba declarando su total amor. Y sonríes por eso: aunque tengas una espina más clavada en el corazón ella no.

Me das vergüenza. Pero ya lo dije, te lo he repetido más de una vez y no quieres entender. Hoy mientras sentías ese nudo en la garganta no hiciste otra cosa que sonreír. Yo te miré y no podía creer. Ni siquiera porque hasta el otro lado del mundo se escuchó cómo tu corazón se rompía dejaste de sonreír. Porque ella está bien.



Sueños y palabras

Despertó en plena madrugada, exaltado. Abrió los ojos lentamente, se encontró entonces con una impetuosa oscuridad que lo desorientó por unos segundos. Todo era silencio, excepto por aquel ligero respirar del nefilim que le acompañaba.

 «Solo es un sueño» se repitió en su mente varias veces, era un fallido intento de calmarse, deseaba que el total sigilo permaneciera imperturbable. Pronto soltó un suspiro acompañado de todo el temor que un segundo atrás había sentido, como si con aquella ventisca se fueran todos los males que le aquejaban.

Un ligero chasquido de dedos encendió la única lámpara de mesa en la habitación, la cual estaba colocada del lado contrario a su posición, por suerte, el nefilim no podría despertarse con la ligera luminosidad, pues le daba la espalda al aplique.

La pronta claridad que iluminó la habitación hizo que el brujo abriera los ojos molesto, seguía cansado después de todo lo sucedido en la noche. La maraña de pensamientos se volvió inexistente cuando giró la mirada para observar al chico, en un segundo lo había contemplado, lo conocía ya bastante bien, cada vez que lo percibían sus ojos, lo hacían como la primera vez, intentando no perder ningún detalle.

Cuidadoso, se levantó de la cama, y cogió del primer cajón la cómoda que había a su derecha un trozo de papel manchado de purpurina y un gastado grafito que parecía más útil para delinear los ojos que para ser empuñado sobre papiro.

Cerró los ojos una décima de segundo y dejó que su mano lo guiara trazando cada uno de los grafemas que formarían palabras, que a su vez constituirían las frases más profundas que aquella noche sin estrellas, atestaban su corazón inundándolo de incógnitas.

Alexander…

Hay tanto en este momento que podría decirte,  lo sueños suelen ser grandes mensajeros, y tantas cosas pasaron alrededor de mi mente, pero ahora que despierto no hay nada más que tu presencia a mi lado.
¿Por qué tú?  Nadie nunca había alcanzado el lugar que representas para mí y de todas formas no entiendo que hay de especial, si solo son esos dos ojos que trajeron luz a mi vida, y no es que necesitara, pero nunca había visto un alma como la tuya, tampoco pensé llegar a un corazón como el tuyo.
Podrías haber sido cualquiera, con cualquier nombre, cualquier apellido, y de todas formas hubiera acabado enamorado de ti, porque así son las cosas, a pesar de que pienses seguidamente que eres trivial, realmente no: no eres cualquiera, eres tú. Y para mí eso es todo.

¿Qué puedo hacer? Nada si no es amarte, claro está que no pienso alejarme, en ningún momento, aunque creas que hay más de una traba en este largo camino, contigo no hay nada más. Si es vencer a quien sea, si es luchar contra quien sea, hasta el mismo destino, así será. Nunca lo dudes.

Suspiró y sonrió de medio lado, solo como él sabía hacer, como el Gran Brujo de Brooklyn hubiera sonreído al encontrar una ‘patética carta’ de cualquier otra persona para un ser indistinto. Esa patética escritura mal trazada era de él, y no era para un ser indistinto, ni siquiera tenía que firmarla. Y de todas formas la sonrisa no se borraba, parecía una locura.

Dobló la hoja de papel cuidadosamente, pero soltó un bufido al darse cuenta de que no contaba con un sobre en ese instante. Solucionó el asunto con un simple chasquido. Guardó la esquela y selló el envoltorio.

Regresó a la cama, dejando sobre la cómoda contraria a la suya aquella pequeña carta, cerrada con un corazón, a sabiendas que el Ligtwood acabaría por encontrarla a la mañana siguiente. Sonrió mientras se recostaba de lado y enlazaba su mano con la del destinatario de la epístola,  posó sus labios sobre la pálida frente invadida por los negros cabellos de Alexander. «Te amo» juró y volvió a retomar el sueño.

La marca del brujo


Sus ojos se abrían lentamente, poco recordaba de la noche anterior, y las imágenes que venían a su mente solo enrojecían sus mejillas, sintió un ligero peso sobre su corazón, fue allí cuando despertó de golpe, Magnus estaba inclinado sobre él, tazando con un extraño artefacto algo sobre la piel del Lightwood.

¡Magnus!— dijo de golpe incorporándose con velocidad para quedar recostado sobre la cama, el brujo lo miró con una sonrisa juguetona

Buenos días Garbancito — sonrió aún más y continuó —has dormido poco, es que ¿no estas cansado por lo de esta noche?

Las mejillas de Alec enrojecieron aún más, ahora parecía un tomate en toda la expresión de la palabra

Yo... — hablaba con un tono de voz fino, delgado —... es solo que... ¿qué hora es?

Las 4:55 de la mañana —Contestó Magnus, quien estaba sentado de lado mirando a su novio aún con aquella sonrisa que solo se asomaba de sus labios al estar con aquella presencia que tanto le agradaba. En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió lentamente y entró el gato. Presidente Miau maulló una sola vez y fue a acostarse a los pies de la cama, sobre una camiseta de Alec.

Oh no! —dijo el dueño de dicha prenda— llenará mi ropa de pelo

Bane soltó una carcajada y no evitó agregar

—Te ves mejor sin camisa que con ella

El color rojo se apoderó una vez más de la cara del Lightwood, quien se cubrió hasta el rostro con las sábanas doradas que estaban enredadas por el ajetreo de horas antes.

Creo... —dijo a penas en un hilo de voz—...  que debería dormir...

Magnus se encogió de hombros y dejó un pequeño artilugio en la mesa de noche, hasta ese momento el Nefilim entendió porqué estaba despierto a esa hora, por lo que sobresaltado se quitó las sábanas de encima dejando al descubierto cada parte de su piel de la cintura para arriba. Bajó la vista y allí estaba: sobre su corazón un extraño dibujo hecho con algo que parecía tinta negra

¡Bane! —dijo en un pequeño grito —¿qué se supone que es esto?¿Tú lo hiciste? ¿Cómo me lo quito?

El brujo lo miró divertido y a la vez con una sonrisa un tanto triste

—Yo creí que te gustaría, no esperaba que me despreciaras así...

Se levantó, se puso una bata de dormir de un color verde parecido al de los arboles de navidad  y salió de la habitación, el gato lo siguió, dejando a Alec sólo, el cual, imitando al ahora ausente, se levantó y se miró en el gran espejo que había en la habitación,  el fino trazo latia al ritmo de su corazón, era una especie de circulo deforme, y dentro de él unos trazos más que parecían estar elaborados con sumo cuidado, detallados con curvas por todos lados. La figura, era atravesada por una flecha. No entendía nada.

Salió de la habitación luego de ponerse una especie de jersey que le llegaba a penas a los muslos,  encontró a Magnus sentado en el salón,  acariciando a presidente Miau y en la mano una delgada copa con un liquido de color cambiante.

—Supongo que merezco una explicación

Magnus lo miró y se encogió de hombros, bebiendo el líquido rosado

—Es solo que todo tu cuerpo esta lleno de runas, cicatrices y marcas, quería que tuvieras una que te recordara a mi siempre

Alexander lo miró desconcertado, no sabía qué contestarle, el significado de la marca, le era desconocido y no sabía cómo se lo explicaría a los otros Nefilim, su novio, pareció notar la preocupación en el rostro del muchacho y acto seguido dijo

Ya te lo quité,  no te preocupes, no tendrás de qué avergonzarte ni darle explicaciones a nadie.

Alec sorprendido, regresó a la habitación de un salto, y mirándose en el espejo se percató de que era cierto, la marca había desaparecido, pero algo en su interior también se había removido. Apenado, regresó a ver al brujo, que sostenía aún la copa, pero esta vez con un líquido rojizo.

Yo... no quería que la borraras, solo... quería que me dijeras qué significado tiene

Pareció notar un resplandor en los ojos de Magnus, pero no conseguía descifrar qué significado tenía,  sino que la copa desapareció y en su lugar estaba un rotulador, el brujo empezó a trazar en el aire aquellas figuras que ahora le resultaban tan familiares a Alec

— dijo acabando de trazar la primera — y — dijo al trazar la segunda — M

Luego alrededor trazó aquella especie de círculo deforme y la flecha

Es un corazón — explicó — los mundanos lo usan para representar amor. Las iniciales de la pareja grabadas dentro del dibujo, el cual va atravesado con la flecha de cupido.

Alec no sabía qué decir. En lugar de eso miró la figura con más detenimiento

Yo... —se sonrojó a penas abrió la boca —es muy... tierno

Magnus sonrió y al instante el ojiazul sintió un cosquilleo en el pecho, sin tener que mirar, sabía que el dibujo estaba nuevamente allí,  marcado sobre su corazón, caminó hasta el sofá y se inclinó para fundirse en un profundo beso con el brujo, quien sorprendido, se dejó llevar, atrayéndolo hacía él. Se besaron apasionadamente hasta que sus ropas comenzaron a estorbar,  cuando Magnus dejó su torso al descubierto, Alec lo vio: Allí estaba, el mismo dibujo latiendo sobre el corazón del gran brujo de Brooklyn.

El amanecer llegó,  con ellos tendidos en el suelo del salón y aquel dibujo en el aire flotando sobre ellos....

Por culpa de la humedad


Para ella, la sala estaba completamente en silencio, todo el mundo giraba y su mirada seguía perdida, sin una gota de arrepentimiento había subido al estrado escuchando las acusaciones del abogado y ella solo asentía o sacudía la cabeza sin mucho interés.

Cuando el juez le preguntó

—¿Por qué tuviste que matar?

Mona, seria, respondió:

—Fue el calor y la humedad

Yo solo miraba como todo se desarrollaba, había al lado de mí un miembro de la servidumbre del hombre que ahora estaba varios metros bajo tierra y una mujer que parecía ser más que una dama de compañía para él. Ellos estaban igual o casi tan atentos como yo al juicio pero igual me contaron que esperó a la siesta de las tres; en una mano un cenicero,  en un puño el corazón.

Sus murmullos cesaron cuando la declaración de un compañero de mi narrador  subió al estrado a contar lo que había atestiguado aquel día

—Estaba sentada en el salón, con el cuerpo a sus pies, ¡quién sabe en que estaría pensando esa mujer!

—Estaba pensando en que algún día fui joven guapa y feliz

Los abogados se quedaron boquiabiertos y yo mismo también, hasta aquel instante hubiese jurado que la mente de esa mujer no estaba en el mismo lugar que su esbelto cuerpo, pero con aquella frase nos demostró lo contrario a todos.

— Hubo un tiempo en el que yo  habría muerto por amor

Dijo de nuevo la acusada y todas las miradas se centraron en ella, el hombre que daba la declaración se veía pálido, él no había acabado de testificar  y justo su siguiente respuesta a las preguntas del acusador contaban lo que había escuchado momentos antes de la siesta de las tres, llantos y gritos que aún le desgarraban el alma, no sabía como existían personas que podían dañar a una cosa tan lindo como lo era Mona

—Yo no puedo decir mucho—, dijo nervioso —pero escuchaba los gritos de mi patrón "Mona, calla, haz el favor; Mona, me haces enfermar. Ramona, ven aquí  que te voy a reventar.

Hizo una pausa y me percaté como una mujer que estaba allí cerca se llevaba la mano a la boca, reprimiendo un grito escandalizada. Hice la debida anotación en mi cuadernillo y cuando el barullo general se terminó el hombre pudo pronunciar con lágrimas en los ojos la última frase que escuchó decir a su jefe

—…Y si no hay nadie a quien culpar, culpemos a la humedad

Luego explicó que el haber escuchado esa discusión y la horrible forma en la que el hombre amenazaba a Ramona fueron los motivos por los que no hizo nada cuando la vio con el cuerpo a sus pies. Pero su testimonio no había terminado allí, horriblemente el abogado lo hizo continuar y el jardinero tuvo que repetir algo que habíamos oído momentos atrás en el juicio

—Lo enterró en el jardín a la sombra de un nogal—, hizo una pausa y con una sonrisa agregó— justo donde suelen ir sus dos gatos a orinar.
Yo también sonreí, era demasiado maléfico lo que había sucedido, ni siquiera había terminado mi conclusión cuando la voz de Mona volvió a hacer eco en la sala

—Esta vida iba a ser otra y algo salió mal.
Me levanté para salir de la sala justo cuando el juez le pidió a la chica que se callara, había dado por terminada la sesión. Nadie quiso saber más.

Afuera, quise entrevistar a los demás testigos y todos contaron la misma historia. Me juraron que así fue pero hubo algo que solo alguien me dijo ese día, tantas versiones y solo una tenía el final, era la historia contada por una chiquilla, adolescente, de ojos grandes y pómulos afilados que acompañaba a su madre al juzgado porque también debía de dar declaración

—Ramona se quedó mirando afuera—, dijo— esperando el anochecer. Hasta que corrió a ocupar la luna el lugar del sol.



Basado en la canción de Nacho Vegas "Por culpa de la humedad"
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Veneno

Es el veneno que invade la mente de las personas el que hace que cambien su forma de ser, el porqué de un momento a otro acaban por identificar una idea que no es propia como suya y que hace especialmente que las personas que no tienen una personalidad identificada sean propensas a cambiar todo lo que son por ser otra persona. Es el veneno el que te convierte y llega a cada punto de tu ser, corriendo por entre tus venas sin que siquiera te des cuenta de lo que quieres hacer, o al menos para que lo necesitas hacer.

Cual mujer que de ser una persona completamente amable puede convertirse en algo contrario, no, no es un conflicto de personalidad es simplemente el veneno que está recorriendo sus venas el que hace que cambie su forma de actuar y hasta posiblemente la de pensar sin que cambie su aspectos físico, pero siempre en sus ojos se encontrará aquel destello de luz que no es el propio, aquel que tan solo tiene sed de venganza o de salir fuera de aquel cuerpo que definitivamente no es suyo y que tal vez no será nunca.

¿Cómo identificar a un infectado?

Es acaso alguien que solo esta sonriendo, pero cuando menos te lo esperas es otra persona completamente diferente a lo que quieres que sea o a lo que ella misma podría ser. Ejemplifiquemos un poco para mostrar las diferentes formas de identificación:

 Miranda era una chica completamente normal que se preocupaba tan solo por pocas cosas, llegó a enamorarse o al menos eso era lo que creía, estuvo bastante tiempo saliendo con aquel chico que parecía ser el amor de su vida, pero cuando se dio cuenta encontró una encrucijada en su corazón, ya no tenía el mismo amor a aquella persona, y tal vez nunca lo tendría porque no era en realidad algo puro, era mero capricho.

 Terminó con aquel chico y pronto era muy feliz, demasiado pronto tal vez, no estaba reprimiendo nada, ni siquiera se había sentido mal, estaba en un estrado completamente imperturbable. Pasaron varios días, tiempos en los que iba y venía de persona en persona hasta que decidió enfrascarse en la soledad, no quedaba nada más, hay que aprender muchas cosas antes de querer aprender de alguien que no seas tú mismo.

El veneno comenzó a correr, cuando era ella misma y era la persona más pura que pudiera encontrarse. Recorría cada parte de su ser, haciéndola tener regresiones que cambiaran su mirada en tan solo pocos segundo. Se dejaba dominar fácil, pues es más complicado ponerse a discutir con aquella parte de tu alma que está infectada

¿Cómo actual el veneno?

El veneno corrompe el alma, fácil y sencillo es como va de a poco arrancando pedacitos de la forma de ser de la persona invadiéndola hasta colorearla completamente, actúa de forma más sencilla o complicada dependiendo del color del alma que cada uno tenga, entra por el corazón y sale por la boca principalmente.

Te envenenas cuando comienzas a querer ser tú pero fuiste alguien más sin darte cuenta. Empieza a actuar de una forma muy sigilosa, ni siquiera te das cuenta cuando es que está en su punto más alto, especialmente cuando estás realizando tus actividades del día a día y de repente tienes una mueca de desdén en el rostro, haces un gesto de desprecio hasta a los que más quieres.

 Puedes cruzarte con alguien que te agrada en el camino y actuar de la forma más huraña existente y ni siquiera haces nada, porque el veneno no te avisa, ni tu propio corazón está despierto como para darse cuenta de que tú no eres quien creías ser. Y como toda mentira repetida, acabas por tomarla por real. Todos estamos propensos a sufrir el efecto del veneno.

 ¿Qué hacer cuando estás infectado?

Nada, nadie puede hacer nada, ni tú ni yo ni si te das cuenta a tiempo. Al fin y al cabo, el poder y el orgullo siempre vencerán a todo lo que esté dentro de tu personalidad que no te guste, o que simplemente no sea lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a un ataque.

Si estas infectado lo único que queda por hacer es aprovechar el poder que ahora tienes, sonreír y arquear una ceja sin que nada te haga querer cambiar de opinión.

Sí, el veneno puede ser un gran aliado.

Prefiero matarme



Una lágrima escurría por la mejilla de la castaña, sabía que tenía que tomar la decisión, pero era lo mejor, con aquella daga plateada en la mano, a punto de dar el paso final, el teléfono, comenzó a sonar, ¿Contestar? ¿Sería realmente lo adecuado? Suspiro algo triste, tal vez no tendría suficiente valor, cogió el auricular, tan solo para oír esa voz, la  voz de la que estaba enamorada.

Nunca te olvides de mí — pronunció el chico mientras seguía intentando decirle a la ojimiel todas las cosas que tenía que decirle, pero no podía el veneno estaba haciendo efecto, se escuchaba en su delirio, en su tímida voz invadida de agonía, él había tomado la decisión antes que ella, estaba por morir, moriría por ella, para salvarla a ella. Al fin, podría descansar, obtendría aquella paz que a lo largo de su vida no había tenido.

Si hay algo que es cierto es que te quiero un mundo entero serían tal vez sus últimas palabras, pero, ella las estaba escuchando y eso era lo que hacía que el acto valiera la pena.

¡Déjame de una vez! —Gritó antes de quedarse sin palabras ¿Cómo podía soportar aquello?— Déjame de una buena vez ¿no puedes irte ya? — Exclamó a través del teléfono...
Cada vez era más dura la situación, ella lo amaba, despedirse era lo más difícil que había hecho en toda su vida, ¿cómo decir adiós cuando sabes que es para siempre? ¿Cómo decirle adiós a alguien que nunca quisiste dejar ir?

En su cabeza, tras cada lágrima, emergía un recuerdo, de esa misma semana, de aquel día en que habían ido a la feria, gran idea para una cita, para la cita en la que él le pediría matrimonio, excéntrico, pero romántico para ambos. Acabo arruinándose el plan, cuando caminaban por entre los stands y una mujer con un vestido de manta se había cruzado frente a ellos, bailando con una gracia digna de observarse, llevándolos así hasta dentro de su carpa, lugar oscuro iluminado únicamente por las velas que estaban alrededor de una mesa circular donde varios pares de cartas se agrupaban.

Sin tener que pronunciar palabras, la pareja había entendido que era el momento en que ellos tomaran una carta, la mujer enterraba su mirada en los ojos de la chica, quien fue la primera en tomar el porvenir, un poco más asustado, él se decidió a elegir la suya, sin mirarlas, se las pasaron a la gitana, quien con un grito ahogado los corrió del lugar uno es el asesino y el otro es el que va a morir pronunciaba la mujer mientras hacía que la multitud los alejara de la carpa.


La mirada asustada de la chica era irrevocable, habían entendido, se alejaron uno del otro Antes de que tú me mates, prefiero matarme yo… fue lo último que le dijo al hombre que amaba antes de verlo por última vez, al final, él fue quien decidió matarse. Al final, ella no había tenido el suficiente valor para hacerlo, pero ahora, ¿Que valía la vida sin él?



Drabble 500 palabras
Basado en la canción "Morir o Matar" 
de Nacho Vegas (El Manifiesto desastre) 
Todos  los derechos reservados

Se busca al Señor “G”

Un siniestro había ocurrido en la calle 12, nadie, nadie hubiese esperado que tal muchacho se convertiría en un asesino.A toda su familia había matado.

¡Es tarde! Decía para alejarse de todos aquellos que quería cotillear para enterarse si en verdad él había sido el tan nombrado asesino.

Mientras el intentaba olvidar aquel capitulo, yo lo perseguía, un detective, mediocre para muchos, aunque para mí mismo jamás sería tal cosa. Y si, tal como lo imaginas en mi rostro se acaba de dibujar una sonrisa. Y como no sabéis nada de mi he de decir que no soy tan mayor, 37 primaveras he vivido, tan solo son 13 más que las que ha mirado el Señor G.

Hoy me lo he topado después de varios años de fallidos intentos buscándolo pues había salido del país. Aún conserva la misma ropa cara a diferencia de otros criminales que normalmente visten lo primero que pueden tomar de las casas a las que entran o incluso llegan a coger las ropas de sus víctimas.

— ¡La gente no  olvida! ¿Cree que podrá escapar tan fácil?

Le dije cuando me lo crucé de frente el día 15 del mes pasado, si, en pocos días se cumplirá un mes de aquel encuentro, pareció que todo había sido casual, y así lo fue, pues no tenía idea que me cruzaría con alguien como el al ir de compras. Inevitable fue que yo pronunciara aquellas palabras, cuando me encontré con la misma mirada que años atrás me había costado el puesto, era lo mínimo que podía decir.

-¡Crack!-

Si, aquello había sido un choque, justo frente a mis ojos, mientras yo caminaba por la acera contándote esta historia, frente a mis dos autos se habían impactado de forma estrepitosa, haciendo que yo mismo me sobresaltara e intentara huir.

¿Está todo bien? — Se acercó preguntando un policía

Claro que sí, ¿Por qué no iba a estarlo? — Me estaba sonrojando, parece que más de uno se había dado cuenta del salto que pegué al escuchar aquel accidente.

Por una extraña razón, aquel auto que había acabado prácticamente hecho galleta, se le hacía familiar, aquel volvo del año, color negro, faros de luz blanca, en algún lado había visto aquel automóvil…

¿Cuál es su nombre?

Ese es el carro del señor G….

¿Perdón?

Era obvio que el policía no estaba entendiendo nada de lo que estaba diciéndole, ¿Qué rayos pasaba? ¿Qué no entendían que debían tomar los datos del conductor?

Sí, así como se han dado cuenta, soy un detective, y mi mayor fracaso, ha sido no poder atrapar al Señor G. Y si, tal y como tu mente lo dice, el señor G no es exactamente el Señor G, nunca averigüé cuál era su verdadero nombre. Solo conozco esa inicial.

¿Quién? ¿Cuál es el nombre del conductor del volvo?

Mi mirada, seguro que era esperanzada, o eso creo, la de aquel hombre obeso,  era más que extraña, o no le caí bien, o mi gran esperanza estaba a punto de quebrarse cual espejo.

Disculpe, pero, en el volvo, iba una señorita, ahora mismo la han llevado al hospital…

Oh… lo siento… debí confundirme

Ya veo, ¿por eso fue el susto? ¿Creía conocer al conductor?

La mirada del policía dio un giro completo de ser dubitativa a comprensiva y dio dos golpecitos en mi hombro, luego, media vuelta y se alejó de mí.

Allí me quedé como uno más expectante ante el choque, vaya, mi memoria estaba cada vez peor. Ahora mismo, voy de camino a casa, de nuevo, narrándote esta historia. ¿Quieres saber mi nombre? Pronto, todo a su tiempo. Por ahora, un placer conocerte. Espero verte pronto por aquí…





Basado en la canción de Nacho Vegas "Un desastre manifiesto" 
Todos los derechos reservados.