Probablemente ese día
era el más despejado de todo el año, ni una sola nube hacía contraste con el
perfecto azul del cielo de mañana, el viento soplaba como una tenue brisa que
cálida abrigaba las flores: retoños a la mitad de la primavera con suaves
colores y verdes hojas. Insectos a juego con los rubores de la temporada
danzaban al compás del sol, que calentaba hasta los charcos residuales de la
tormenta de la noche pasada.
Yo sereno avanzaba, disfrutando el aroma de un
martes de abril. Un saludo por aquí, un bocadillo por allá. Sin un solo
remordimiento agitaba mis alas, y sacudía alegremente mis antenas, chocando de
vez en cuando una pata con algún coleóptera que como yo, había salido sin
permiso de su hogar.
Volaba tranquilo a
pesar de que mi padre había dicho que nadie debe salir antes del atardecer.
Nunca lo entendí. Las patas de mi madre siempre temblaban ante aquella
advertencia. Ella me dijo también que no lo hiciera, que estaba mal, que había
que esperar, que el peligro de los vientos matutinos es mayor del que todos
creemos.
Ahora heme aquí, viendo
pasar a la gente, sin poder disfrutar de los viajes arriesgados sobre los
toldos de los automóviles, sin poder ir a decir ‘hola’ a los amigos. Lo último
que recuerdo antes del gran golpe fue un soplo fuerte. Estoy tumbado panza
arriba, en medio de Pachuca, sobre el asfalto, en la esquina entre Madero y Revolución.
Mi nombre Cole Escarabajo y no tengo forma de salir de esto.
Agito mis patas en
busca de ayuda, y lo único que consigo es una hormiga que sube sobre mi burlona
— ¿Saliste de tu hogar antes del atardecer? ¡Mira quién es aplastado
ahora!
Siento sus ligeras
pisadas bailoteando sobre mi abdomen, probablemente sea una de tantas hormigas
huérfanas que dejó el primo Staphy, quien en sus tiempos de libertinaje
asaltaba los hogares de aquellas trabajadoras criaturas, dejando solo larvas
que por varios días han recordado su nombre, cual villano de las masacres.
Ahora solo puedo pensar ¡qué mala fama
nos dan los carnívoros! Además, no es que sea difícil diferenciarnos, yo no segrego ninguna maloliente sustancia.
Vi pasar a mi lado lo
que parecía ser un zapato, aquel calzado que usan los humanos, esa prenda que
no pasa del tobillo, con la parte inferior de suela y lo demás de tela o de
algún otro raro material que acostumbran usar para cubrir las partes
descubiertas de su cuerpo, aunque nunca lo he entendido, por eso admiro a todos
aquellos (especialmente a las féminas) que suelen ir descubiertos, parecen entender el verdadero significado de
tener piel y mostrarla al mundo.
El zapato se alejó,
debía pertenecer a un hombre, pasaron unos largos segundos cuando lo volví a
ver cerca, acompañándolo no solo estaba su zapato gemelo, sino un nuevo par,
eran idénticos solo que de una tonalidad diferente, más bien rosada. Estaban
frente a frente y el reciente se quedó de puntillas un buen tiempo. Luego se apartaron.
Escuché a mi lado un
motor detenerse, seguramente con mi mala suerte había acabado situado cerca de
la parada de los autobuses, esos también son un medio de diversión, aunque no
van tan rápido cómo los automóviles, suelen rebotar cuando pasar por los baches
de las calles, además hacen muchas paradas, lo que facilita la subida y bajada.
A un lado de mi se pudo
percibir un sonido casi tan ligero como el que hacen las hojas al caer en
otoño, solo que no era una hoja, no podía serlo, las hojas crujen ligeramente
cuando caen, aquello no sonaba serlo,
pues el eco fue algo hueco, como si lo caído fuera de un material suave que
puede rebotar ligeramente al chocar contra el asfalto.
Sentí el calor muy
cerca y mis antenas detectaron un aroma
poco agradable. Una fina niebla rodeó mi cuerpo, era aquello que algún día supe
que llamaban ‘humo’ ¿sería eso un cigarro? Maldito tabaco emisor de dañinos
vapores, todos los de la colonia lo repudiamos, pero parece que aquellos
bípedos son cada día más adictos.
Una suela alisada
aplastó la colilla, mi alivio fue instantáneo, aunque no pude evitar asustarme
nuevamente. Si aquel pisotón hubiera
sido dos centímetros a la izquierda, no podría seguir contándoles esto.
Sobre mi sentí algo
húmedo que aspiraba fuerte, me quedé completamente inmóvil. Seguro era algo
como una nariz. Un canino indudablemente. Tal vez si no me movía me ignorara.
Así fue, a los pocos segundos se alejó dejando brillar ante mí de nuevo la luz
del sol. Empezaba a quemar, podría acabar tostado.
Por primera vez deseé
que una nube opacara el sol. A mí me encantaba salir a recorrer el exterior con
la luz del sol a tope. Pocas veces podía hacerlo, porque como dije, los de mi
especie solemos salir hasta el atardecer, perdemos las cosas lindas de la vida
y solo nos encontramos de vez en cuando con la primera estrella de la noche,
aquel lucero que no es tan brillante como el sol, pero supera en hermosura a
cualquier cosa que este cerca. Incluso recuerdo más de una historia que implica
a un colega enamorado de aquellas luces celestiales.
Unos zapatos llenos de
brillos se detuvieron al lado de mí, seguramente eran de alguna dama. Me
recordaban a mi primo Tenebrio, del estado vecino, que se convirtió en un
Maquech cuando una mujer lo capturó, luego supe que le habían hecho
incrustaciones de pedrería en el caparazón, se veía fino y elegante. Me
pregunto si se seguía viendo igual cuando se le cayó la cabeza semanas después.
De nuevo pude observar
al par de calzado que se había detenido momentos atrás, sabía que era el mismo porque
tenían aquella marca de una estrella en un lado. De nuevo pude ver el ritual
¿sería algo parecido al apareamiento? Porque la dama se paraba de puntillas de
nuevo, pero esta vez mucho menos que la anterior.
¡Cosa tan extraña! En
donde yo habito, las hembras son las que atraen a los machos, emitiendo unos
sonidos encantadores que hacen que nos volvamos locos. No puedo entender cómo un hombre con un par
de zapatos tan feo puede tener a dos tras de él. Pero ¡quién sabe! Los humanos
son más raros de lo que ellos mismos creen.
Los humanos suelen ir
de dos en dos, pero al siguiente día se separan y están con humanos diferentes.
En los parques uno ve a aquellos que parecen sumergirse en un rito extraño
lleno de besos y caricias, que si bien llegan a resultar desagradables para el
público en general, para mí nunca lo fueron, me gustaba observar aquello, ver
cómo funden sus bocas como si fueran un solo ser.
Pero el coraje cuando
percibo cosas como la que en ese momento sucedía ¡viles mentirosos! No saben lo
que es tener una pareja y respetarla, aunque para las criaturas como yo eso
suele ser un poco más vano, juramos lealtad a una sola fémina, la fidelidad
acaba llegando sola. ¿Tan difícil es para esos seres llamados ‘pensantes’
entenderlo?
Agité mis patas nuevamente,
frustrado, ya no por el hecho de no poder regresar a mi hogar, sino por todo lo
que observaba a mí alrededor. Ignorantes criaturas que se suponen superiores y
que solo empañan todo lo que hay creado a su alrededor. Disfrutan de una vida
que no merecen y mientras tanto, pequeños insectos como yo esperamos a que la
vida pase un poco más lento para disfrutar los meses que se nos conceden y que
además, damos más al planeta de lo que muchos de ellos podrían dar a lo largo
de su vida.
Mis divagaciones se
vieron interrumpidas. Sobre mí se posó una sombra, ¡esta vez era una suela con
rombos! solo un crujido y luego oscuridad.
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